Desde hace pocos años la compañía CroisiEurope propone pequeños cruceros fluviales por los canales de distintos países y ciudades a bordo de un “peniche”, unas barcazas con un número reducido de camarotes, pero con unos servicios y una atención de lujo. Aunque los camarotes son pequeños, no tiene nada que envidiar a los servicios que ofrece un hotel: baño con ducha, televisor, aire acondicionado, salón, terraza con jacuzzi, “solárium” en la parte alta del barco, y cómo no, el comedor, con pocas mesas, pero con un chef excelente cuyos platos, antagonistas en tamaño a las habitaciones, van acompañados de vinos franceses, además de barra libre durante todo el crucero. 

Es un lujo sentirse navegando dentro de ese jacuzzi, o saboreando un gin-tonic en la terraza, leyendo un libro y tomando el sol en la cubierta o charlando con los compañeros del crucero, mientras desfilan los campos y pueblos del interior, las lagunas que acogen la fauna y un sinfín de aves migratorias, colinas y verdes pastos, bosques refrescantes y campiñas, casas de labranza y pequeños palacetes que se alzan en las orillas. 
 
Entre las propuestas que ofrece CroisiEurope, nosotros hemos escogido el Valle del Doubs y la Borgoña. Durante siete días a bordo de esta cómoda barcaza, tendremos la oportunidad de acudir de forma gratuita a todas las excursiones, además de todas las comidas y bebidas a bordo. La cena y noche de gala, y el cóctel de bienvenida no podían faltar en esta experiencia de lujo. También tendremos a nuestra disposición bicicletas por si queremos pasear en los lugares donde hagamos escala, y Wifi gratuito a bordo del peniche. Los seis miembros de la tripulación aseguran una atención al detalle, lo que convierte estas travesías en una opción excepcional para disfrutar de un crucero de gran valor cultural con total privacidad. 

El plan es todos los días lo mismo: suculento desayuno, paseo tranquilo en la barcaza por la mañana, comida gastronómica con buenos vinos y visitas por la tarde. Uno de los detalles más destacados de este crucero es el reencuentro con la calma, con la naturaleza, con las cosas sencillas. Es tiempo de olvidarse de las prisas habituales, de los ruidos de la ciudad, de las aglomeraciones. Es tiempo de escuchar el silencio, de observar los reflejos del agua, de relajarse viendo el lento trascurrir de las orillas en las que algunos pacientes pescadores tratar de conseguir el almuerzo con pequeños peces, mientras alguna garza lo hace escarbando en busca de lombrices. La lenta navegación solo se ve interrumpida ligeramente por el cruce de otras barcazas o el paso de las esclusas.  

Otro lujo y placer, sin duda, es la gastronomía que se sirve a bordo, que sorprende dado el pequeño tamaño de la cocina. Como en todos los cruceros de CroisiEurope, éste es uno de sus aspectos más destacados, con la compañía de chefs excepcionales que elaboran espléndidas comidas cocinadas con esmero, paciencia y talento. Del entrante al postre, incluyendo siempre una selección de quesos y vinos franceses, consiguen refinados menús, que aúnan a la perfección región, frescura y novedad. 

A continuación, quisiéramos hablar un poco sobre algunos puntos destacados que veremos en el itinerario.  

Pero no podemos continuar sin mencionar la alta calidad de los vinos de Borgoña. En esta región vinícola francesa la noción de terroir es de gran importancia ya que el vino obtiene su nombre de la propia tierra de la que procede. Los terroir oclimats” son unas parcelas de viña delimitadas minuciosamente, con un nombre centenario, marcada por una historia propia y unas condiciones geológicas y climáticas particulares. Las condiciones climáticas de Borgoña propician parcelas de viñedos situadas en las pendientes de las laderas de la costa de Nuits y de Beaune. Para conocer en profundidad esta tradición haremos la “Route des Grands Crus” (Ruta de los grandes vinos), ruta que une más de 30 pueblos vitivinícolas y está salpicada de grandes castillos y cuevas históricas de vino, además de poder degustar algunos de ellos en el propio peniche.  

Y por supuesto, el gran acompañante para estos vinos: los quesos, que son también un atractivo de la Borgoña. La mayoría han sido elaborados con leche de vaca o de cabra y para adquirirlos en condiciones óptimas, hay que probarlos en la región. Casi todos sus lugares culminantes tienen su propio queso. Desde la Abadía del Cister, con su delicado Abbey de Citeaux, a Autun que da nombre a un queso potente de leche de cabra, pasando por el Crottin du Morvan, el Charolais, el Maçonnais y otro muchos. 

En cuanto a los canales por los que navegaremos, los de la Borgoña cuentan con unos 1.200 kilómetros de canales navegables y unos cuantos lagos, es perfecto para disfrutar de un viaje como el que venimos explicando. El Canal del Ródano al Rin, canal donde comenzaremos nuestra navegación, es uno de los más grandes de Francia, unen el río Rin y el Ródano y por lo tanto el mar del Norte y el Mediterráneo. Tiene 349 km de largo, y pertenece al Valle del Doubs. Sin embargo, en la Borgoña, el canal más largo tiene 240 km y se denomina como la región a la que pertenece, Bourgogne. Es el canal donde terminaremos nuestro recorrido, desembarcando en Dijon. Todo este recorrido, combinado con paseos a pie o en bici por las distintas ciudades escala, harán de este viaje una experiencia única.  

De entre los monumentos que podemos destacar, además de los ya nombrados en el programa, encontramos la Iglesia de Nuestra Señora de Dijon, con el peculiar estilo gótico que se desarrolla en Borgoña cuyo esplendor se expone en su totalidad en este templo. Caracterizada por tener un coro muy profundo y un ábside central de grandes dimensiones además de contar con un segundo triforio en la parte alta (galería de circulación).  

Además, también en Dijon, se pueden admirar grandes palacios construidos entre los siglos XV y XV, ya que la Borgoña fue durante esta época uno de los centros neurálgicos del estilo renacentista en Europa, y Dijon fue capital de este antiguo ducado. La culminación de este estilo se llevó a cabo en el Palais des Ducs et des Etats de Bourgogne, es decir, el palacio de los antiguos duques. Originalmente construido como una pequeña fortaleza, fue reconstruida en la segunda mitad del siglo XIV por Felipe el Temerario, el primer duque de Valois, y hoy día es uno de los museos de Bellas Artes más grandes de Francia. El Palacio Ducal es uno de los pocos monumentos que quedan del período Capeto en Borgoña. Su característica más famosa es el Tour Phillippe le Bon, que domina toda la ciudad. Además, Dijon es un punto de referencia para descubrir este estilo a través de las muchas casas señoriales de esa época que aún se conservan en la parte antigua de la ciudad. 

Estamos deseando vivir esta nueva experiencia junto a vosotros, esperamos veros pronto por la oficina para uniros a este planazo de abril. 

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